18/9/10

¿Ciencias o Letras?


Daniel Albarracín

2008


La divisoria entre ciencias y letras es uno de los estereotipos más extendidos, más confusos y más equivocados de los últimos dos siglos.

Para empezar, yo siempre digo que las Matemáticas son de letras, para provocar. Efectivamente, porque la matemática no es más que el desarrollo lógico formalizado y sistematizado de unos principios axiomáticos. Las matemáticas no son más que un lenguaje formal, lógico. Pero hay diversas matemáticas, en tanto en cuanto se conciben diferentes bases de axiomas. Existe una matemática china que diverge al emplear axiomas diferentes. Y, por ejemplo, Lobachewsky, en el ámbito de la geometría, construyó una nueva línea lógica para pensarla, que, al transgredir un simple axioma de la geometría euclediana, hizo posible que, junto con una serie de observaciones empíricas de cómo la luz era desviada por la Luna (experimento de Michelson-Morney) y por tanto parecía que cierta estrella variaba de ubicación en el espacio), Einstein idease la Teoría de la Relatividad.

La única diferencia entre la filosofía y las matemáticas, es el lenguaje, por tanto. Sí, porque la filosofía también emplea sistemas lógicos, lo único que padece la multivocidad del lenguaje para expresarlo, y su objeto de análisis es más inasible (la vida, las cosas).

La inmensa tontería que hace frontera entre las ciencias y las letras, es aquella que trata de descalificar y quitar del saco de las ciencias a las ciencias sociales. Es la misma tontería positivista que piensa que el observador es completamente distante al objeto que observa, que no influye en él. La misma tontería que piensa que el objeto sólo se puede mirar de una manera, y que éste solo tiene un significado y sentido. La divisoria entre ciencias y letras parte de la idea que prejuzga que lo científico es objetivo y las letras no lo son. Pues no, en todo acto de conocimiento y comunicación hay relación entre sujeto y objeto, y es una relación difícil que hace que la verdad sea relativa, se circunscriba a un contexto, y que no pueda ser ni universal, ni tenga el mismo significado y traducción para cada uno de nosotros. Negar el punto de vista, las prioridades, el lugar que ocupemos, la complejidad del objeto y la relación que mantengamos con él, en tanto que observadores, puede hacer confundir ciencia y religión. Porque la ciencia tal y como se presenta al uso se quiere vender como religión: proporcionando una fe falsa en que la verdad es absoluta, universal e intemporal.

Ese es el problema, que al mismo tiempo que Newton creía haber encontrado la verdad, inmutable, al tiempo se hundió porque su perspectiva era errónea. Einstein lo derribó. Más bien, la realidad derriba teorías cada día, porque ella es la única prueba de fuego. Efectivamente, la locura de Lebachewsky al afirmar que la distancia más corta entre dos puntos no era la línea recta era completamente lúcida. La teoría cuántica también destrozó pilares del “saber” que pasaban de ser verdad a una mera receta de aproximación práctica para casos limitados. A saber, Newton era contemporáneo de Adam Smith, y emplea la misma metáfora del mundo: las leyes del mercado son como la ley de la gravedad universal. Se le pasó el espacio-tiempo. Y en el universo no hay ladrillos de la materia.

El estereotipo que (des)califica a las humanidades, a las ciencias sociales, con el término “letras” es una agresión a la inteligencia y a un ámbito del conocimiento.

Desde pequeño mi madre decía que los tontos eran de letras. Y yo me formé en lo que se decía eran las ciencias. Iba para médico, neurólogo para más señas. Me formé en matemáticas (después he sido 7 años profesor de matemáticas, desde secundaria hasta la universidad, en colegios y clases particulares), así como en estadística. Me entusiasmó la física e indagué. Me fascinó, incluso, la astrofísica.

Pero inmediatamente me dí cuenta que el mejor médico tenía que ser economista. Puedes saber qué tratamiento necesitas, pero si no hay medicinas o instrumental, pues difícil lo tendrás. Y la pobreza inunda el mundo. Para una vocación de “médico” con sensibilidad social, era más eficaz ser economista, pero de izquierdas, para que los recursos se produzcan y lleguen a todos, incluso las medicinas y los médicos con sus centros de salud.

También me di cuenta que la mirada había que bajarla de las nubes. Nuestro mundo está en La Tierra, y el universo nos pilla lejos. Venimos al mundo a resolver problemas. Y en Marte no vive nadie, y si puede vivir será si acaso una bacteria. Había que resolver los problemas humanos. Me hice terráqueo, y me di cuenta que los problemas fundamentales tienen una naturaleza social. Había que aplicar la ciencia a la sociedad.

La ciencia nos la presentaron como una receta universal, un dogma de fe religioso. Y la ciencia no es más que un método, de rigor, sistemática y, también, de cuidado para aplicar el conocimiento. Pero la verdad no te la regala nadie. La realidad, prueba de fuego de todo, es lo que valida o destroza teorías. La perspectiva, pues esa la vas construyendo. Y la perspectiva te permite mirar (y cegarte ante otras cosas), pero siempre se miran ciertas cosas y otras pues como que no. Y la sociedad es compleja, estructural, conflictiva, desordenada, con miles de actores con intereses y miradas dispares y opuestas. Y nosotros somos sociedad. Ya no bastaba con saber la trayectoria hiperbólica de aquel proyectil que nos mostraban en física.

Había que formarse en historia, política y humanidades. En ciencias sociales. Pero también en literatura, porque la gente habla y escribe, y en la comunicación se vehiculan muchas luchas, como un territorio más de combate y, a veces, de colaboración.

En fin, que nada de ciencias o de letras. Se quiere saber o no se quiere saber. Esa es la cuestión.

Firmado:

Un científico letrado.

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