21/1/15

La génesis de la consolidación del cuestionamiento de las deudas: llega la hora de la definición política


19-1-2015
Daniel Albarracín

La deuda, como el ladrón, deviene el problema principal cuando nadie la esperaba.

La cuestión de la deuda no fue noticia ni formó parte de la agenda política de discusión, en tanto que problema, durante décadas. Sin embargo, el endeudamiento general, primeramente de las empresas privadas, comenzando por las financieras, para luego extenderse entre los hogares, para acabar ascendiendo en su esfera pública, ha ido configurándose objetivamente como un fenómeno objetivo central de la economía, y, posiblemente uno de los más preocupantes.

El crecimiento de la deuda no fue visto como un problema durante tiempo, salvo en episodios críticos que sacudieron a países del Sur del Mundo –la crisis de México de 1980, Argentina en 2001, etcétera-. Fue visto como un asunto lejano. En los países del Norte, entre tanto, no se hablaba de la deuda, sino del festín del crédito.

Toda esa lejanía se acabó cuando a partir de 2008 la fiesta se acabó. El anabolizante con el que se había dopado a la economía empezó a causar efectos nocivos también entre los países aventajados del mundo, tanto en EEUU como en Europa. A partir de ese momento, los poderes económicos modificaron la agenda de los gobiernos para llevar la iniciativa y emplearon al Estado como un agente que convertiría a gran escala la deuda privada en pública, protegiendo a los acreedores financieros, rescatando a bancos y haciendo soportar el grueso de los sacrificios entre la población. Y las instituciones europeas a su vez blindaban a las grandes corporaciones financieras centroeuropeas, al punto de ahora la Troika es el principal acreedor de los países del Sur, sustituyendo y rescatando a la gran banca, y trasladando las obligaciones a los Estados y economías periféricas.

Todo ello con un discurso que, ocultando la operación que realmente se emprendía, decía que rescataba a las economías, procuraba aliviar las primas de riesgo de la deuda soberana. Para ello, se nos dijo que las deudas encierran un deber moral, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, que los bancos eran demasiado importantes para caer, que había llegado el momento del ajuste para poder pagarlas. Y la palabra impago durante tiempo se tornó tabú.

De los movimientos a la estrategia política

Algunos países, especialmente los de la periferia europea empezaron a mirar experiencias que hacía tiempo les parecían ajenas, porque sencillamente la situación que vivían era comparable. Así el Sur de Europa o la Europa del Este tendrían circunstancias semejantes a las que habían vivido hacía años países de América Latina y países de otros continentes del Tercer Mundo. De esta manera, entre la insistencia de los movimientos y sus organizaciones sociales más dedicadas y la evidencia objetiva del fenómeno, la población ya empezó a dejar de ver como un tabú hablar de la deuda.

En ese mismo periodo, los movimientos sociales y algunas organizaciones bien comprometidas con el fenómeno (CADTM a nivel internacional, las PACD y el ODG en el Estado español, por ejemplo), han ido introduciendo entre sus preocupaciones y análisis la cuestión de las deudas, con diagnósticos serios, campañas pedagógicas y propuestas muy afinadas. Paulatinamente, los partidos políticos cercanos a las necesidades de la gente han ido incorporando a sus programas consideraciones sobre la materia, en ocasiones en buen diálogo con las organizaciones sociales y atendiendo al clamor popular para que se tenga en cuenta este punto. Sus posiciones han sido diferentes según el peso político y la situación económica de cada país.

Los recortes proseguirán si los gobiernos siguen sujetos a pagar prioritariamente sus deudas; los Estados continuarán imponiendo ajustes escudándose en que hay que recortar los déficits; las pequeñas empresas seguirán asfixiadas si no cuentan con financiación y no podrán realizar inversiones si sus beneficios se destinan a pagar sus compromisos de deuda, o sencillamente cerrarán, etcétera. Parece constatarse que cómo se resuelva o aborde el cuestionamiento de la deuda es la llave o cerradura para poder tratar siquiera los demás temas.

Diferentes propuestas políticas para un problema común

Sin embargo, la problemática, común a varios países y ya asumida como uno, y nosotros diríamos, como el primer punto de la agenda política, ha sido afrontada con diferentes esquemas de propuestas en lo que concierne a Europa. Y podemos afirmar que no hay una postura única entre las fuerzas políticas de izquierda cuando urge, claro está, establecer criterios comunes en algo a lo que le convendría una política internacionalista común.

·      Los partidos socialiberales (como hizo en su día el PSF) en su día han focalizado su discurso en aliviar las deudas basándose en la emisión de eurobonos, con el propósito de mancomunar la deuda a escala europea y facilitar una gestión común, que minore los riesgos al compartirlos, haciendo posible una solidaridad europea que, incluso, podría acabar en alguna suerte de unión fiscal y, por qué no, política más profunda. Las variantes han sido numerosas, las había que planteaban redistribuirlas para que los países más ricos asumiesen más parte, pero también ha habido otras que simplemente consistían en limitarse a mancomunar la deuda en función de la proporción que cada uno tenía. Pronto esa estrategia se ha venido abajo, bloqueada en la práctica, y abandonada finalmente por gobiernos como el francés que finalmente abrazó una gestión neoliberal y fracasar en su estrategia.

·        Algunas propuestas, como la que ha culminado en Syriza, aún cuando en el debate previo ha habido un abanico muy abierto, ahora apuestan por una renegociación a escala europea, sentando a los actores implicados de cara a aliviar los compromisos financieros de los países más vulnerables; esta propuesta se combina con fórmula para mancomunar la deuda europea (Milios, et al. 2014)[1] en un esquema que acabe con las políticas de austeridad y pudiese conducir a otro modelo de Europa. Tengamos presente que la Troika, aún a pesar de la moderación de la propuesta, principal acreedor griego, tampoco aceptará estos términos, y ya ha bloqueado la financiación al Estado griego en una operación de chantaje político de primer orden.

·         Otros planteamientos han optado por conjugar el término reestructuración, tal y como proponen a día de hoy algunas fuerzas en Portugal (Bloco) y España con una estrategia de negociación, en la que se comprometa a varios países y actores económicos, en la que se planteen quitas selectivas, y revisiones de tipos o plazos, o que se alteren los estatutos del BCE para poder monetizar las deudas y financiar a los Estados (Podemos, IU). El término de reestructuración aquí se pondría en disputa, favorable a los pueblos, para tratar de darle una orientación no convencional, porque hasta la fecha la mayor parte de ellas han sido aplicadas desde los acreedores y ha sido una recomendación habitual del FMI para casos de crisis soberana y situaciones próximas a un impago involuntario.

·  Estas estrategias difieren de otras experiencias en otros países. Difieren claramente de las reestructuraciones impuestas desde los acreedores lideradas por el FMI, diseñadas para países muy pobres; las suspensiones de pago argentina, en un contexto en el que ya no podían pagar más; en un lado, o de los casos de Ecuador (2007), de Rusia (2003), o de Islandia (2010) que fueron decisiones unilaterales.

Varios términos y debates, en este sentido, se ponen en discusión, tan sólo por mencionar, destaquemos los siguientes:

a)      ¿Qué criterio hay que seguir para cuestionar, y hasta qué punto, las deudas?. ¿Es el objetivo “hacer sostenible el pago de la deuda” –y saber qué significa eso-, o hay que cuestionar las políticas que condujeron ilegítimamente a un exceso de deuda pública?. ¿Tenemos que conseguir, aliviando las deudas, que la economía capitalista funcione mejor, o de lo que se trata es de poner en manos del pueblo sus recursos para satisfacer necesidades?.
b)      ¿Qué entenderíamos como el “perímetro de ilegitimidad” para las deudas?. ¿La deuda fruto de los rescates bancarios –como se tuvo en cuenta en el caso islandés-, el gasto militar, el uso del gasto público en operaciones para beneficio particular, o el conjunto de políticas públicas que han socializado las deudas privadas?.
c)       ¿Hay que desarrollar “auditorías” para determinar el criterio de cuestionamiento de las deudas y, si es así, quién las compondrían y qué funciones desempeñarían?.
d)      ¿Es posible establecer una negociación en condiciones de igualdad, o hay que emplear medidas políticas de fuerza, que puedan incluir la “unilateralidad”, ejerciendo la soberanía política de los Estados?.




[1]An outline of a progressive resolution to the Euro area sovereign debt overhang: How a five year suspension of the debt burden could overthrow austerity” (Sotoripoulos, Milios, Lapatsioras, 2014)

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