22/2/16

El programa del PSOE para gobernar: música de imitación y letra socialiberal.




Daniel Albarracín
 10 de Febrero de 2016

Orientación general

La reciente propuesta programática del PSOE para intentar formar gobierno está marcada por varias características. La primera de ellas es que introduce algunos gestos y retórica (transición energética, lucha contra la pobreza energética, “mínimo vital”, lucha contra el fraude y la corrupción,…) que imita algunas ideas expresadas en los movimientos sociales, que incorpora medidas aisladas de interés (paralización de la Lomce, recuperación cobertura universal de la sanidad pública…). Ahora bien, fundamentalmente sigue honrando los parámetros establecidos por las élites europeas, el Eurogrupo y la Troika, aliviando algunas reformas del PP pero sin rebasar el punto de partida ya bastante negativo que trazó el Partido Socialista en su periodo de gobierno. En suma, se trata de una propuesta socialiberal que ni siquiera llega a restaurar el punto de partida de los derechos anteriores al inicio de la crisis.
A este respecto, el PSOE se muestra como un gobierno afín a los pilares económicos establecidos en la Unión Europea, aceptando el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y el proyecto de refundación que entraña el Informe de los Cinco Presidentes. Se trata de un gobierno responsable con las deudas creadas y con la consolidación fiscal del presupuesto. Y un gobierno europeísta en términos de la federalización del modelo para una Europa del capital –y, por tanto, algo distinto a la aproximación de Merkel, más intergubernamental-.

Una política económica neoliberal, con el acelerador sin pisar tan a fondo como el PP…

Cabe identificar cómo lo hará en materia de política económica, porque, bien es cierto, no plantea enfoque igual que el del PP. La propuesta plantea reducir el déficit público, solicitando que se acepte el desfase de 2015, para que en 2017 se alcance el 1%. Para eso cuenta con tres cosas: que se prolongue la recuperación; que se elimine gastos superfluos con una auditoría del gasto público; y que se realice una moderada reforma fiscal que persiga más el fraude, introduzca el Impuesto de transacciones financieras, eleve el tipo efectivo del impuesto de sociedades (hasta un mínimo del 15%), revise los impuestos del patrimonio (la riqueza) al alza elevando los ingresos públicos en alguna medida. En suma, aspira a que en 2017 se cumpla el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y en 2019 se reduzca a tan sólo el 1% del PIB. Resulta más que dudoso que el crecimiento económico (más allá de si es deseable en términos energéticos, generación de emisiones y residuos) persista. La deflación, la pérdida de eficacia de la política del BCE, y el estancamiento europeo, y una probable nueva recesión en 2017 o 2018, nos hacen dudar de que con tan difusas medidas pueda conseguirse algo así, y eso sin preguntarnos sobre si ese objetivo es en sí deseable.
Puede afirmarse que no hay cuestionamiento alguno del peso de la deuda pública y ni menciona una palabra de su posible revisión. Eso no impide señalar que plantea reformas menores que afecta a la deuda hipotecaria que aliviarían casos particulares. Es necesario recordar que aunque España es el país europeo que ha aliviado más en términos comparados la deuda privada de las empresas, y que no está sometido a ningún programa de rescate en este momento, el tamaño de su deuda pública sigue creciendo debido a las políticas de generosidad con el capital que han sostenido los anteriores gobiernos y el que aún está en funciones. Ahora mismo no es el problema más urgente, más aún con tipos de interés reales casi nulos, pero será el primero de ellos en cuanto los programas de Flexibilidad cuantitativa del BCE se acaben, quizá en 2017, y cuando el estancamiento y una nueva recesión regresen a escena.

Una reforma laboral entre la del 2010 y la del 2012…

En materia de empleo el PSOE plantea una reforma que estaría a caballo de la que ellos implantaron en 2010 y la que impuso el PP en 2012. Introduce ideas de interés como la definición de tres figuras contractuales, impidiendo que un puesto permanente sea ocupado por un empleo temporal, o que deje de priorizarse los convenios de empresa. Pero sigue apostando por políticas de subvención a la contratación (inútiles para crear empleo neto, y que apenas sirve para abaratar costes laborales al empresariado para la contratación que igualmente iban a hacer), y apenas alivia en una medida ridícula la desaparición de la ultraactividad de los convenios que llevo a cabo el PP y que supuso la destrucción de más de la mitad de los convenios colectivos en España.

El resto de reformas: más nombre que contenido…

Ni que decir tiene que las reformas del sistema electoral que plantea son meramente cosméticas. El documento pone mucho énfasis en materias de reforma mercantil para la promoción de empresas que, como sabemos, de poco servirá en ausencia de una política de inversión pública sostenida y sostenible.
En suma, podemos decir que el PSOE no es el PP, pero sus planteamientos no difieren cualitativamente, y que sigue mostrándose como el partido que sigue intentando legitimar el régimen de la transición y la Europa del capital (federalizada).
Las políticas sociales que plantea también son tímidas, aunque al menos se las plantean, algo que el PP ignoraba ampliamente. Eso sí, no plantea ni siquiera revertir la reforma de las pensiones, y apenas señala tiritas para las situaciones de pobreza energética, pobreza social (ingreso vital para familias sin ingresos), y las medidas medioambientales no representan más que aspirinas ante un problema ecológico comparable a un cáncer. 

Qué hacer en este proceso de negociación para formar gobierno.

En definitiva, formar gobierno bajo el liderazgo de este PSOE, y con el respaldo parcial de Ciudadanos y puntual del PP, desprestigiaría a cualquier formación corresponsable en su gestión de cara a las clases populares. Además, no impediría las iniciativas antisociales de las élites europeas como los recortes que se aplicarían inmediatamente (unos 10.000 millones de euros), ni conseguiría un avance democrático en este país, ni en su vertiente social, económica o territorial. Con este programa no se puede gobernar para las mayorías y, aunque naturalmente habrá que sentarse a hablar de tantas cosas que sean precisas, consideramos que en estas condiciones sería inaceptable políticamente ser socio de gobierno.
En nuestra opinión, se dan las condiciones para que una repetición de elecciones sea el mejor de los escenarios. Más aún con la polarización social que puede estar dándose, y que, combinado con una generosidad en la confluencia política de las diversas fuerzas populares existentes –lo que aumentaría sustancialmente el número de escaños y minorizaría al PSOE-, favorecería las posibilidades de disputar con holgura el liderazgo de las fuerzas del cambio. Siendo así Podemos, o una fuerza unitaria más abierta, podría posicionarse como principal fuerza de un gobierno de transformación en unas nuevas elecciones, arrastrando a otros a apoyarle o, si no, dictar su sentencia política de muerte.
En el caso de que el PSOE trate de formar gobierno con Ciudadanos no es admisible el apoyo ni a la investidura. La investidura, a nuestro juicio, sólo se puede facilitar en caso de un gobierno del PSOE sin Ciudadanos ni PP, lleve adelante medidas que supongan alguna victoria social (Educación, Sanidad, Reforma Electoral, plan de rescate ciudadano, etc…) y que debiera estar condicionado dicho apoyo medida a medida bajo una fuerte presión social y política.
Sólo si se acuerda un nítido programa de gobierno que cuestione y resista con claridad el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, siente las bases de una reestructuración de la deuda, impulse una reforma fiscal progresiva más ambiciosa, un plan de inversión socioecológico generador de empleo digno, una reforma laboral más garantista y una reforma de las pensiones y de la ley de dependencia que proteja a ancianos, mayores y mujeres, podría admitirse conformar gobierno. Mucho nos tememos que Podemos sólo podrá conseguirlo si acumula más fuerza en la movilización social, en una política unitaria en las confluencias, con una mayor participación democrática en su seno, abierta a sectores que se han ido alejando u otros que nunca entraron. No hay que tener miedo a unas nuevas elecciones.

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